“¿Decías que te gustaron mis manos? Son tuyas. Pero no sientas nada por mí, simplemente mírame con indiferencia, por favor”. Un día en el metro vi a un chico que estaba sentado enfrente de mí. De repente me gustaron sus manos. Por ese motivo, le entregué una tarjeta indicando el sitio y la hora de nuestro encuentro y le estuve esperando. A mí no me interesa salir con nadie, ni la edad, ni la apariencia, ni siquiera su nombre, solo sexo y nada más. Eso es lo que pensaba, pero...